Seleccionar página

Decía Borges que la palabra “felicidad”, junto con la palabra “amor”, deberían quitarse del Diccionario de la Lengua Española por su uso excesivo, torpe e incorrecto. Y, en unos siglos, recuperarlas en toda su belleza y esplendor.

Para los griegos, en general la felicidad no es otra cosa que “la tranquilidad del alma, el bienestar”. Para Epicuro, “el placer (entendido como gozo y bienestar y no como lujuria) es el principio y fin de la vida buena y feliz”. Y el gran Sófocles decía que “no quisiera yo para mí una aburrida y larga vida feliz” (yo tampoco).

Para el esclavo Epicteto, la felicidad no es más que “la ausencia del dolor”, mientras que el buen Séneca decía que “no me gusta la gente que necesita de la felicidad para ser feliz” ¡Buena!

Goethe decía que la felicidad es cosa de “plebeyos” y en cambio San Agustín defendía que la felicidad solo puede encontrarse en lo más alto, en Dios.

Woody Allen sonríe diciendo “¡qué feliz sería si fuera feliz!” ja,ja,ja

Oscar Wilde, en uno de sus momentos bajos, decía que “si la vida se contara por los momentos felices, duraría solo unos breves minutos” y Walter Benjamín, que “la felicidad consiste en mirarse a uno mismo sin miedo.” ¡Esta me gusta!

El animal de Ciorán defendía que “nadie es feliz”. Y el lúcido Thomas Mann gritaba  “¡soy feliz! ¡Estoy fuera de mí!”, como si la felicidad fuera un estado extraordinario y excepcional.

Un gran amigo mío siempre dice “felices los felices”. Y es feliz.

Y yo aporto una cita: “Era un hombre con gran talento para ser feliz: solo soñaba con lo posible“.

JG

Juan Ignacio de Gispert

Abogado